**Por qué esto importa**
El asesinato de Miguel Uribe Turbay, figura clave de la oposición en Colombia, reaviva el debate sobre la violencia política en el país. Su muerte no solo impacta a su partido, el Centro Democrático, sino que tensiona aún más la ya fracturada escena política colombiana. Además, la ausencia del gobierno de Petro en su funeral profundiza las divisiones en un momento crítico.
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**Colombia despide a Uribe Turbay en una ceremonia cargada de emoción y tensión política**
BOGOTÁ — Con una misa solemne en la Catedral Primada y honores militares, Colombia dijo adiós al senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, asesinado en un atentado que conmocionó al país. La ceremonia reunió a expresidentes, líderes políticos y hasta representantes de EE.UU., pero marcó distancia con el gobierno actual: la familia pidió que no asistiera nadie del oficialismo.
**Gritos por justicia**
Mientras el cardenal Luis José Rueda llamaba a la paz, afuera, en la Plaza de Bolívar, simpatizantes del Centro Democrático coreaban consignas contra el presidente Gustavo Petro. «¡Justicia!» y «¡Petro responsable!» se escucharon fuerte, reflejando el clima de polarización que vive Colombia. Uribe Turbay, hijo del exsenador Miguel Uribe Londoño y sobrino del expresidente Álvaro Uribe, era un crítico férreo del actual gobierno.
**El dolor de la familia**
Uno de los momentos más desgarradores fue cuando el hijo pequeño del senador se acercó al féretro para darle un último adiós. Su viuda, María Claudia Tarazona, habló del «dolor inmenso» por perderlo de manera tan violenta y recordó su lucha por una política «sin sangre». Su padre, por su parte, hizo un emotivo llamado: «No pararé hasta que paguen por este crimen», dijo, en referencia a la ola de violencia que por décadas ha golpeado a su familia.
**Un final simbólico**
La ceremonia terminó con una interpretación musical que acompañó el traslado del féretro. Uribe Turbay, quien en las últimas elecciones logró una votación histórica para su partido, se convierte ahora en un símbolo de la lucha contra la violencia política. Su muerte deja un vacío en la oposición y plantea una pregunta incómoda: ¿Podrá Colombia superar esta nueva espiral de conflicto?
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